La primera referencia escrita de Khoralis se encuentra en la recopilación de cartas Viajes de Asar Nah Iben, donde se hace referencia a la Tierra Nueva presente más allá del océano septentrional y al otro lado de la Corriente de Verano. Este volumen data de una etapa anterior a la Era de Ilyen y hace referencia a los viajes de Asar Nah Iben, un marino enturiano de alta cuna cuyas cartas y relatos de viajes fueron recopilados por sus familiares, para después ser copiadas por los sabios de Ilyen, aunque se sospecha que muchas de las cartas se perdieron en el camino.
Inias de Karinos menciona los Viajes en su obra Saber de Ilyen, aunque ya admite desconocer quién es el autor de la recopilación, probablemente alguno de los descendientes de Nah Iben. En cualquier caso, no hay duda que Asar Nah Iben no habla de la Tierra Nueva como si se tratara de un reciente descubrimiento, por lo que es probable que los marinos del norte de Emán ya tuviesen conocimiento de esta tierra desde mucho antes que apareciese la historia escrita.
Las primeras menciones de Khoralis hablan de una tierra rica y virgen, donde las aguas son cálidas y tranquilas, los bosques verdes y abundantes y los prados se pierden en el horizonte, habitada por gentes pacíficas que, si bien no están exentas de las continuas rencillas que comúnmente asolan a los clanes y tribus vecinas, acogen con alegría a los visitantes extranjeros y están deseosos de intercambiar con ellos mercancías, guiados por una profunda curiosidad acerca de “hombres que habitan en otro mundo más allá del mar”. Las gentes de Khoralis eran pueblos dispersos y poco civilizados, apenas culturalmente unificados dos siglos atrás por el reino de Thar, y se hallaban ansiosos de recibir nuevas ideas.
Durante la Era de Ilyen, la cultura prospera en toda la mitad norte de Emán y los ithlios se convierten en los señores de los mares, monopolizando el comercio con Khoralis ―basado fundamentalmente en especias y herramientas― y sentando las bases de la colonización que cambiaría para siempre el futuro de la Tierra Nueva.
Durante los siguientes años la llegada de colonos emanienses es continua, creando importantes puertos en el Golfo Dorado (entonces llamado Golfo de Terraneva), el Golfo de Bayanth y la península de Sosairana; los emanienses remontan el Karamay y alcanzan incluso las costas del Mar de Hierro y las orillas del Cyonis, pero su hallazgo más importante son las minas de oro y metales de los Montes Rojos, cuya explotación tuvo dos consecuencias de gran importancia: por una parte, la extracción de grandes cargamentos de oro hacia Emán contribuyó significativamente al enriquecimiento y desarrollo de Ilyen, financiando gran parte de sus avances y descubrimientos en las artes y las letras. Por otra parte, esa misma explotación resultó en un cambio de opinión de la población nativa hacia los colonos, que pasaron a ser vistos como interesados expoliadores.
El entonces rudimentario reino de Barabia, situado al este de los Montes Rojos, fue el primero en organizarse y reclamar el control de las minas de oro, desatando así las Guerras del Oro, que les enfrentarían durante más de treinta años con los colonos de Emán. Incapaces de controlar la situación y con otros problemas más acuciantes, los emanienses terminaron por ceder la explotación de los Montes Rojos a Barabia, quien así se alzaría por encima de los reinos vecinos acumulando grandes cantidades de oro que los de Ilyen cambiarían por armamento y tecnología.
Poco después el imperio de Ilyen se colapsaría en Emán, cortando así lazos con las colonias y dejando un vacío que Barabia no dudó en aprovechar para extender su influencia y poder. Así nacería el Imperio Dorado, una época de prosperidad para Barabia en la que sus fronteras se expandieron hasta la costa norte del Mar de Hierro y los bosques de Aradia, hasta el río Sandu y la Tierra de Ya'an.
Culturalmente, el reino de Barabia era un heredero directo de la cultura de Ilyen, que durante la época del imperio no hizo sino afianzarse por todo el territorio, influenciando desde la moda y la alimentación hasta la religión, las costumbres militares y los conceptos de vasallaje. Durante sus más de quinientos años de historia, el Imperio Dorado configuró el futuro político y cultural de Khoralis, sentando las bases de lo que serían los Nueve Reinos.
Inias de Karinos menciona los Viajes en su obra Saber de Ilyen, aunque ya admite desconocer quién es el autor de la recopilación, probablemente alguno de los descendientes de Nah Iben. En cualquier caso, no hay duda que Asar Nah Iben no habla de la Tierra Nueva como si se tratara de un reciente descubrimiento, por lo que es probable que los marinos del norte de Emán ya tuviesen conocimiento de esta tierra desde mucho antes que apareciese la historia escrita.
Las primeras menciones de Khoralis hablan de una tierra rica y virgen, donde las aguas son cálidas y tranquilas, los bosques verdes y abundantes y los prados se pierden en el horizonte, habitada por gentes pacíficas que, si bien no están exentas de las continuas rencillas que comúnmente asolan a los clanes y tribus vecinas, acogen con alegría a los visitantes extranjeros y están deseosos de intercambiar con ellos mercancías, guiados por una profunda curiosidad acerca de “hombres que habitan en otro mundo más allá del mar”. Las gentes de Khoralis eran pueblos dispersos y poco civilizados, apenas culturalmente unificados dos siglos atrás por el reino de Thar, y se hallaban ansiosos de recibir nuevas ideas.
Durante la Era de Ilyen, la cultura prospera en toda la mitad norte de Emán y los ithlios se convierten en los señores de los mares, monopolizando el comercio con Khoralis ―basado fundamentalmente en especias y herramientas― y sentando las bases de la colonización que cambiaría para siempre el futuro de la Tierra Nueva.
Durante los siguientes años la llegada de colonos emanienses es continua, creando importantes puertos en el Golfo Dorado (entonces llamado Golfo de Terraneva), el Golfo de Bayanth y la península de Sosairana; los emanienses remontan el Karamay y alcanzan incluso las costas del Mar de Hierro y las orillas del Cyonis, pero su hallazgo más importante son las minas de oro y metales de los Montes Rojos, cuya explotación tuvo dos consecuencias de gran importancia: por una parte, la extracción de grandes cargamentos de oro hacia Emán contribuyó significativamente al enriquecimiento y desarrollo de Ilyen, financiando gran parte de sus avances y descubrimientos en las artes y las letras. Por otra parte, esa misma explotación resultó en un cambio de opinión de la población nativa hacia los colonos, que pasaron a ser vistos como interesados expoliadores.
El entonces rudimentario reino de Barabia, situado al este de los Montes Rojos, fue el primero en organizarse y reclamar el control de las minas de oro, desatando así las Guerras del Oro, que les enfrentarían durante más de treinta años con los colonos de Emán. Incapaces de controlar la situación y con otros problemas más acuciantes, los emanienses terminaron por ceder la explotación de los Montes Rojos a Barabia, quien así se alzaría por encima de los reinos vecinos acumulando grandes cantidades de oro que los de Ilyen cambiarían por armamento y tecnología.
Poco después el imperio de Ilyen se colapsaría en Emán, cortando así lazos con las colonias y dejando un vacío que Barabia no dudó en aprovechar para extender su influencia y poder. Así nacería el Imperio Dorado, una época de prosperidad para Barabia en la que sus fronteras se expandieron hasta la costa norte del Mar de Hierro y los bosques de Aradia, hasta el río Sandu y la Tierra de Ya'an.
Culturalmente, el reino de Barabia era un heredero directo de la cultura de Ilyen, que durante la época del imperio no hizo sino afianzarse por todo el territorio, influenciando desde la moda y la alimentación hasta la religión, las costumbres militares y los conceptos de vasallaje. Durante sus más de quinientos años de historia, el Imperio Dorado configuró el futuro político y cultural de Khoralis, sentando las bases de lo que serían los Nueve Reinos.